Por
Carlos Silber
Viernes,
9 de abril de 2010
Página
12, Buenos aires.
Cansados de ser ignorados
y maltratados por la sociedad, un fotógrafo colombiano y una artista transexual
unieron fuerzas y organizaron una exhibición en España en la que la gran obra
de arte es una Barbie trans.
Si
le dieran a elegir un poder para ser un superhéroe por un día, el sociólogo,
fotógrafo y sexólogo colombiano Manuel Antonio Velandia Mora sabe que no se
inclinaría por la capacidad de ser invisible. La invisibilidad, dice el
cofundador del Movimiento Homosexual Colombiano, es tan mala como la
injusticia, la desigualdad, la amnesia social.
Así se entiende que este
hombre exiliado en España por su orientación sexual (“salí de mi país huyendo
de las amenazas de muerte de los paramilitares”, se lee en su blog
http://investigadormanuelvelandia.blogspot.com insista con tanta fuerza y
ahínco en exhibir lo que la sociedad quiere ocultar, meter debajo de la
alfombra y hacer que no existe. Su último intento, por ejemplo, tuvo tanta
repercusión mundial que aún no lo cree. “Pensé que sería noticia local”,
confiesa. Todos quieren saber cómo se le ocurrió la idea de su última
exposición, titulada InVisibles.
Naturalezas transgresoras, en la que 34 de sus fotografías sobre elementos
de la naturaleza con formas de órganos sexuales comparten espacio con una
instalación de muñecas trans de la transexual Andrea Cano en la sala de arte
Miguel Hernández de la Universidad de Alicante, hasta fines de abril.
Barbies con pene, Kents
maquillados y mostrando sus recién reconstruidos pezones y aréolas, y osos de
peluche que presumen de brillantes, aparecen unidos bajo una misma idea en esta
muestra organizada por la Asociación de Lesbianas, Gay, Bisexuales y
Transexuales de Alicante, Decide-T: “Aunque no me veas, aquí es-Toy”.
La cárcel de la mente
“La exposición InVisibles
es un proyecto fotográfico cuyo origen tiene tres años –cuenta Velandia–.
Estando en ese camino de montar la exposición se acercó a mí Andrea Cano. Ella
me contó que era artista y que hacía muñecas: se había hecho su propia Barbie
transexual. Al ver las muñecas y los Kents en medio de plumas, con maquillaje y
peluca, pensé que no debía sólo mostrar las fotos sino invitarla a exponer una
instalación.”
Icono por esencia de gays
y transexuales femeninas, la muñeca que ya va por su quinta década —y que en su
versión comercial, además de imponer socialmente el estereotipo de cómo “debe
ser” un cuerpo, instala la invisibilidad de la genitalidad— aparece en esta
exhibición “customizada” en una suerte de reivindicación histórica. Las Barbies
trans, subraya Andrea Cano, son de esos juguetes que no pudo tener cuando era
chico y soñaba con ser mujer.
“Hay seres que a la
sociedad le gustaría negarles su existencia y por ello termina volviéndolos
invisibles. Aquellos que no caben en el molde suelen ser aislados. Es
importante que los chicos reciban ya en la infancia información sobre
sexualidad.”
La rubia tarada
La combinación de
fotografías de troncos de árboles que ante los ojos de un desprevenido
espectador —con una mirada siempre sexualmente cargada— semejan erecciones o de
rocas “vaginescas” con estos juguetes customizados no es casual. Las dos cargan
una mirada sobre una misma realidad. En un caso se subraya la costumbre de ver
la sexualidad humana donde no existe; en el otro, vuelven explícitos los
cuerpos e identidades trans ahí donde nadie se esperaba verlos, en muñecos
estandarizados por una sociedad que aún mira dicotómicamente a la especie
humana (hombre “o” mujer), e impone esa concepción reducida desde la misma
infancia.
Las muñecas Barbie quizá
sean uno de los mejores objetos para leer el mundo: un envase de dimensiones
imperfectas que generación tras generación se regala con un mensaje no tan
oculto que atormenta: “Así es lo normal, esto es lo que debés ser o, si no, no
sos nada”.
Aunque hay Barbies
doctoras, astronautas, banqueras, ingenieras informáticas, abogadas, Barbie
siempre es la ama de casa, la rubia tarada que no habla o que si dice algo —” ¡las
clases de matemática son duras!”, gritaba la Barbie teen talk de 1992— parece
Paris Hilton. Y encima no tiene sexo: ni uno ni otro ni los dos juntos.
Abre tus ojos
Velandia sabe que con su
exhibición no es cuestión de ser políticamente correcto. Se trata de hacer
visible la “realidad real”: una en la que transitan cuerpos travestis, cuerpos
transexuales, cuerpos intersexuales, personas que no aparecen a los besos en
una telenovela, ni bailando por ningún sueño.
“Incluso para los
juguetes, la diversidad es posible”, remarca Velandia, a quien también le
sorprende la respuesta de Mattel, la empresa fabricante de las Barbies. “Nos
comunicamos con la sucursal española y nos informaron que no tenía ningún
problema con la exposición y menos con la población GLTTBI.”
“Estamos impresionados positivamente de que varias
personas nos hayan solicitado comprar las fotos y las muñecas –comenta
Velandia–. Pero el objetivo no es comercial. Sin embargo, estamos pensado
varias ofertas de diferentes países y organizaciones que desean exponer la
obra. Lo único que pretendemos a través de esta iniciativa es que disminuyan
los preconceptos contra los y las transexuales, que la sociedad respete ese
colectivo social y advierta su existencia.”
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